Visita Granada
Descubrir Granada es toda una aventura, quizás por la herencia de misterio árabe que aún la envuelve, quizás por la estrechez de sus calles o por los tesoros que oculta. Contemplarla siempre se ha considerado un privilegio como demuestra el dicho popular: «Dale limosna mujer, que no hay en la vida nada como la pena de ser ciego en Granada».
Granada es la capital de la provincia. La ciudad se asienta sobre la confluencia de los ríos Darro y Genil, a los pies de Sierra Nevada y abriéndose a su fértil vega. Al pie de la Alhambra, su más emblemático monumento que visitan cada año más de dos millones de personas, se encuentra una ciudad repleta de animación y monumentos. Granada limita al noreste con las provincias de Albacete y Murcia; al este con Almería, al norte con Jaén, al oeste con Málaga y Córdoba; y al sur tiene salida al Mediterráneo.
Ciudad ‘mora y cristiana’, su patrimonio, aunque claramente diferenciado, reúne el legado de ambas culturas. Enriquecida durante siglos por los árabes, los cristianos regalaron a la ciudad monumentos únicos, que reflejan su cultura a través del dominio de las artes y las ciencias.
El curso del río Darro es la arteria emblemática desde Plaza Nueva (con la Real Chancillería y la mudéjar iglesia de San Gil y Santa Ana) hasta el Paseo de los Tristes, jalonado por el Bañuelo (baño árabe del Nogal del siglo XI), la plateresca casa del Castril, sede del Museo Arqueológico, y un reguero de edificaciones monumentales.
Frente a la Alhambra se sitúa el Albaicín, repleto de callejones tortuosos y reducto de la ciudad islámica. Fue el foco central de la ciudad de época zirí y nazarí, como demuestran los numerosos testimonios que se han conservado. La cuesta del Chapiz sube desde el Darro hacia su interior, cabe destacar en esta zona la Iglesia de San Juan de los Reyes, con la torre de un alminar de una mezquita del siglo XIII, y en la parte más alta, la iglesia y el mirador de San Nicolás con unas espléndidas vistas de la Alhambra, y la Iglesia del Salvador, edificada sobre la antigua mezquita mayor y que conserva un patio porticado del siglo XIII.
Se respira ambiente andalusí al recorrer en el Albaicín la plaza Larga y el Arco de las Pesas, puerta de la muralla de la cuesta Alhacaba, rematada por la puerta de Monaita. Otro de los monumentos con el que se tropieza en este barrio es el Convento de Santa Isabel la Real que se entrelaza con el Palacio de Dar al-Horra, la «Casa de la Reina» donde residía la madre de Boabdil, último rey nazarí de Granada. Por las calles Calderería Nueva y Vieja se desciende hasta la calle de Elvira, que a través de su puerta conectaba el Albaicín con la medina.
Recorridos que llevan por la calle Reyes Católicos, la plaza del Carmen y Puerta Real, nudo del centro urbano, por el Mauror, la antigua Judería, la Antequeruela, con sus cármenes escalonados, y el popular Campo del Príncipe. O por el Realejo, San Matías y tantos otros enclaves de interés, para concluir por la Carrera del Genil y los paseos que bordean este río, con el viejo oratorio musulmán convertido en ermita de San Sebastián y el palacete de Alcázar del Genil, el testimonio más fehaciente de la presencia de los almohades en Granada.
La Granada cristiana está representada en edificios como el Hospital Real y el Monasterio de San Jerónimo, del siglo XVI, la iglesia y hospital de San Juan de Dios, de trazas barrocas, la de los Santos Justo y Pastor y la Universidad. La Gran Vía de Colón devuelve el itinerario a lo que fue el corazón de la medina musulmana en torno a la mezquita sustituida por el Sagrario y la Catedral. Iniciada con criterios góticos, Diego de Siloé la transformó en una obra de planteamiento renacentista, rematada en el XVII por la fachada barroca diseñada por Alonso Cano. Adosada a la Catedral se sitúa la Capilla Real, panteón de los Reyes Católicos, obra del gótico flamígero realizada por Enrique Egas entre 1505 y 1521. Enfrente se halla la Madraza, centro de estudios establecido por Yusuf I. Muy cerca están la Alcaicería, el mercado para comercio de sedas y mercancías del siglo XIV, el Zacatín, arteria mercantil de la medina, y la plaza de Bibrrambla. Al otro lado de la calle Reyes Católicos, el Corral del Carbón, una de las alhóndigas donde se acogían mercancías.
Granada, una ciudad con un gran legado histórico, es también una capital joven (de sus 236.000 habitantes, 65.000 son estudiantes universitarios) y moderna. El museo Parque de las Ciencias es un claro ejemplo.
La oferta turística de Granada rebosa de cultura, entretenimiento y, cómo no, de gastronomía. Salir por el centro histórico a degustar las tapas, que se suelen ofrecer gratuitamente al pedir una bebida, es un placer para los paladares. También es un lugar ideal para aquellos que quieran disfrutar de la naturaleza y de los deportes al aire libre. Sin olvidar que se encuentra a 25 minutos de la mejor estación de esquí de España. Granada es una ciudad que abre los brazos a los visitantes y les ofrece todo aquello que puedan desear.
Son barrios de Granada: Albaicín, Beiro, Chana, Centro, Genil, Norte, Ronda y Zaidín
De tapas por Granada
La visita a Granada nunca será completa si no se llega a practicar en sus bares y tascas el “tapeo granadino”, en el que variadas y suculentas tapas son regaladas con la consumición, que suele ser una caña de cerveza o un chato de vino. En esta particular muestra de cultura gastronómica es normalmente el propio tabernero quien escoge la tapa, y el cliente acepta la elección con sumo respeto. Y es que ir de tapeo con los amigos es una de las costumbres más arraigadas en la capital granadina.
La propuesta no puede ser más atractiva para los sentidos: callejear por el casco antiguo de la ciudad y contemplar ese escenario de historia viva e irrepetible mientras se van realizando tentempiés en pintorescos locales. Desde porciones de queso, embutidos o jamón serrano hasta platos calientes típicos de la cocina tradicional granadina: migas con tropezones, callos, habas con jamón, papas a lo pobre o a la furiana, etc.
La ciudad ofrece varias zonas específicas en las que llevar a la práctica este “arte del tapeo”. Se puede comenzar por los alrededores del Campo del Príncipe, en el Realejo, barrio que fue la judería de la ciudad musulmana.
Dirigiendo nuestros pasos hacia la Catedral nos encontramos con una de las principales arterias en lo que a ocio se refiere: la calle Elvira. En sus inmediaciones se cuentan gran cantidad de tascas en las que el visitante podrá disfrutar de un gran surtido de vinos y tapas, antes de proseguir la jornada.
Muy cerca de la calle Elvira está la zona de la Plaza Nueva, al lado de la Real Chancillería. Por debajo de esta plaza fluye el río Darro. Si seguimos su cauce nos llevará al conocido Paseo de los Tristes, lugar muy indicado para reponer fuerzas en sus variadas terrazas.
La Plaza de la Romanilla y la de la Pescadería son también dos centros neurálgicos del tapeo en la ciudad. Situadas junto a la Catedral, suelen ser punto de reunión que convierten la zona en una de las más animadas de la ciudad.
También cerca de la Catedral, los alrededores del Ayuntamiento y la calle Navas, una zona peatonal en la que abundan bares y tabernas típicas, permiten al visitante disfrutar de la gastronomía local.
A la izquierda del Darro, nos toparemos con el barrio más representativo de Granada, el Albaicín, declarado Patrimonio de la Humanidad. Al Albaicín conviene dedicarle tiempo: serpentear entre sus callejuelas, seguir el fresco aroma de la flor de azahar y disfrutar de algunos de los locales de restauración más emblemáticos de la ciudad, mientras se contemplan las magníficas vistas de la Alhambra, principalmente las que el mirador de San Nicolás ofrece.
Finalmente, si el afortunado visitante opta por acabar este apetitoso itinerario por Granada en el barrio del Sacromonte, no debe perder la oportunidad de degustar la tortilla que lleva su nombre.
Para los visitantes que deseen explorar aún más las posibilidades gastronómicas de Granada, es recomendable una visita al Barrio de La Chana¸ situado en las afueras de la ciudad, y en el que se reúnen principalmente jóvenes estudiantes para disfrutar de la tradición del “tapeo” entre clase y clase.
De compras por Granada
Granada reúne, a lo largo de sus históricas calles y pueblos, una gran variedad de comercios. En algunos, el tiempo parece haberse detenido y conservan los oficios seculares del barro y la cerámica, de la madera y el cuero, la construcción de guitarras, el textil o la forja y la calderería.
Los centros de las ciudades y pueblos de la provincia, donde se concentra la mayoría de las tiendas, son también un buen lugar para hacer compras de todo tipo. Además, Granada capital cuenta con la comodidad que ofrecen los servicios de varios centros y parques comerciales.
Granada expresa en su artesanía la asimilación de los oficios legados por las diferentes culturas que se han asentado en ella. Desde los íberos y fenicios o el mundo grecorromano, hasta los musulmanes, protagonistas indiscutibles de la historia de este territorio andaluz.
La amalgama de estilos e influencias artísticas, incluida la impronta cristiana, confieren una personalidad propia a labores que, por su calidad y belleza, han traspasado fronteras.
Artesanías como la taracea, la cerámica, la desempeñada por los luthiers, la hojalatería, bordados y jarapas o el repujado del cuero trazan una fiel radiografía de esta seña de identidad. Aunque adaptadas a los nuevos tiempos, continúan siendo el mejor reflejo de la idiosincrasia y las costumbres más arraigadas del pueblo.
El centro histórico de Granada concentra el mayor número de comercios de la ciudad, desde pequeñas tiendas locales hasta las principales firmas nacionales e internacionales. Se ubican en torno a las calles Gran Vía de Colón, Reyes Católicos, que cuenta con algunos de los comercios de mayor antigüedad de la ciudad, y Mesones, escogida por las grandes firmas de moda y complementos. Muy transitadas por visitantes y consumidores son también las calles Alhóndiga, San Antón, Ángel Ganivet, Recogidas, Puentezuelas y Zacatín. Esta última significa ‘mercado de la ropa’ y era donde en época musulmana se vendían los productos textiles y la tela.
La Alcaicería, enclavada entre la Catedral y la calle Reyes Católicos es una curiosa zona comercial de la capital que recuerda a un pequeño zoco árabe y cuyas tiendas son ideales para la compra de recuerdos. Hace siglos fue el mercado de la seda nazarí que se extendía desde Plaza Nueva hasta Bib-Rambla. Su imagen original sobreviviría hasta la noche del 19 de julio de 1843, cuando un incendio en una tienda de la calle Mesones lo redujo a cenizas. Fue reconstruido con una estructura similar, en estilo neo-morisco, y en la actualidad acoge comercios dedicados fundamentalmente a la venta de productos tradicionales y artesanales.
Alfareros y ceramistas
La cerámica de raíz musulmana trabaja estilos tan universales como la Fajalauza, el reflejo metálico o la cuerda seca. Este arte siempre ha tenido en la provincia una fiel compañera: la alfarería popular, que ha evolucionado conforme lo hacían también los tiempos.
En un primer momento estas piezas estaban vinculadas con las formas de vida tradicionales de la sociedad rural y muy ligadas al trabajo en el campo. Algunas de ellas, que eran vendidas en toda Andalucía, Murcia y La Mancha por arrieros y carreteros, dieron incluso nombre a la localidad donde se producían. De ahí lo conocidos que llegarían a ser, entre otros, los anafres de Alhama, los botijos de gallo de Almuñécar, las orzas de Huéscar, los cántaros de Motril, los ‘pipos’ de Guadix o las ‘tostaeras’ de Órgiva.
La Guarnicioneria
La guarnicionería fue una de las labores del cuero que contó con mayor número de artesanos. Con la transformación de las labores del campo, los talleres que tenían en este medio a sus principales clientes fueron desapareciendo.
La marroquinería es hoy un oficio desempeñado por un grupo de jóvenes artesanos con herramientas exclusivamente manuales. Realizan artículos de complemento personal como bolsos, pitilleras, billeteras, carteras de mano, cinturones, colgantes e incluso pendientes de cuero.
La época de esplendor del cuero granadino, que coincide con la creación de una escuela propia, tendría lugar al inicio del siglo XX. Se incorporó, entonces, el policromado a la dilatada tradición del cuero repujado, creando los cueros artísticos conocidos como guadameciles. Este oficio de maestría manual requiere el arte de la composición, para dibujar, grabar y repujar en el cuero los motivos deseados. Estos van desde lo figurativo al tramado de geometrías y adornos. Su producción se atiene a líneas clásicas y renacentistas para elaborar tableros de ajedrez, cofres, trípticos o escribanías, entre otros artículos.